Lector que entras por primera vez, no te dejes llamar a engaño. Esto no es una recopilación de relatos con un punto en común, aunque pueda parecerlo. Es una historia por capítulos, que debe leerse siguiendo un orden lógico para captar el sentido de lo narrado, aunque cada capítulo por sí solo sea un pequeño relato en sí; pero no es ese su cometido, de modo que si te conformas con leer lo último publicado y pasas por alto todo lo anterior, es como si abrieras un libro por el medio y leyeras unas pocas páginas, conformándote con eso.
Si de verdad disfrutas leyendo, tómate tu tiempo, empieza por el principio y continúa poco a poco.
Bienvenido a este viaje por la tierra de los sueños...

31 de marzo de 2009

III Regálame un sueño y te entregaré un mundo



Como cada mañana Blanca se dirigía presurosa a la atestada boca del metro consultando su reloj cada pocos segundos, como si con eso pudiera ralentizar un poco su despiadado avance y llegar con tiempo suficiente, por una vez. Con las prisas se le agriaba siempre el café bebido justo antes de salir de casa, dejándole un regusto desagradable en el fondo de la lengua. Si al menos fuera capaz de levantarse cinco minutos antes, no necesitaría hacer de cada mañana una carrera contrarreloj para entrar en el vagón por los pelos y llegar puntual al trabajo, pero sabía que esa era una batalla perdida de antemano. El pavor que desde niña le producía la idea de irse a dormir hacía que retrasase el momento indefinidamente, con lo que nunca se acostaba antes de las tres de la madrugada, cuando el agotado cuerpo y el aún más exhausto cerebro se negaban a permanecer en vigilia un solo minuto más, por lo que cuando sonaba el despertador anunciándole que eran las siete, lo último que se le pasaba por la cabeza era saltar de la cama rebosante de entusiasmo y energía, y siempre le robaba al reloj unos minutos más de descanso. La ducha matinal y las tres tazas de café que se tomaba antes de salir eran el único modo que conocía de ponerse en marcha, pero lo que la espabilaba de verdad era el subidón de adrenalina que le recorría las venas en cuanto ponía un pie en la calle y se daba cuenta de que hoy, seguro, no llegaría a tiempo a coger el metro. Pero evidentemente el estímulo provocado por el pánico daba alas a sus pies, pues hasta el día de hoy nunca se le había escapado, y este no iba a ser el primero. De pie en el abarrotado vagón, apretujada entre madrugadores que como ella no tenían aspecto de estar en su mejor momento del día, repasó mentalmente las tareas que tenía pendientes para hoy, entre ellas una entrevista con el Jefazo Supremo a mediodía. Maldito sea, al menos podría haberla convocado a primera hora de la mañana. Iba a tener que pasarse toda la mañana royéndose las entrañas, preocupada por el motivo de aquella inesperada reunión.
La mañana se le hizo eterna y apenas se daba cuenta de nada de lo que hacía. Con intención de distraerse sacó de un cajón el informe que tenía pendiente de estudio desde hace días, pero al cabo de un buen rato se dio cuenta de que no había logrado leer más allá de las tres primeras líneas una y otra vez, sin enterarse de ni una sola palabra. Para cuando llegó al despacho del ático llevaba otros cuatro cafés en el destrozado estómago y un par de antiácidos, pero ya había logrado calmar la sensación de catástrofe inminente y logró prestar un mínimo de atención a las palabras del hombre de quien dependía su codiciadísimo empleo. Al cabo de un rato el verdadero significado de lo que estaba diciendo se abrió paso hasta su agobiada mente, y sintió como un sudor frío empezaba a bajarle por la espalda. Después de varios años trabajando muchas más horas de las que en realidad debía, cuidando de que ningún detalle fallase y mandase al garete alguno de los procesos, vigilando no sólo su trabajo sino también el de sus colaboradores, sacando adelante los proyectos más descabellados en los que nadie más se atrevía a participar, se le había asignado el control de la nueva sede a punto de abrir sus puertas al otro lado del país. Debía salir lo antes posible hacia el aeropuerto, donde la estaba esperando el avión privado de la empresa para llevarla a su nuevo destino. No había tiempo para preparativos ni despedidas; la empresa se encargaba siempre de todo en esos casos. De hecho ese era uno de los requisitos exigidos al aceptar un puesto en TechnOnirics, la total disponibilidad y dedicación a la empresa por encima de la vida privada, razón por la cual casi todo el personal estaba compuesto por personas menores de treinta y cinco años, edad a la que su posición económica era lo suficientemente estable como para poder dejar ese trabajo y dedicarse a otro empleo menos exigente y comenzar a tener una vida propia. Su nuevo destino era un sueño hecho realidad, el deseo nunca expresado en voz alta de muchos años de proyectos y borradores que nunca habían podido salir a la luz. Pero también acarreaba una responsabilidad inmensa. Si algo fallaba una sola vez, sería su cabeza la primera en rodar, antes de tener tiempo siquiera de darse cuenta de que algo había salido mal.
Salió del despacho aún aturdida, sin terminar de creerse que esta vez la suerte hubiera llamado a su puerta, después de tantas ocasiones en las que el codiciado premio se lo llevaba otro con menos capacidades pero más contactos en las altas esferas. Sólo había una cosa que la inquietaba: el lugar donde pasaría los próximos años estaba muy cerca del pequeño pueblo donde veraneaba de niña, al que no había vuelto desde la muerte de su abuelo. Más o menos entonces sufrió una extraña crisis nerviosa que la mantuvo bajo tratamiento médico una larga temporada. Con el tiempo logró recuperarse de aquello, pero desde entonces no podía dormir sin que el pánico la invadiera haciéndola despertar con la horrible sensación de haber cometido un error imperdonable.

4 comentarios:

  1. Me apetece que la lleves de vuelta al pueblo.
    Otro día más.
    Unos besitos pa ti.

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  2. Mira que yo soy adicto al café, pero ella me supera. Quizás un cambio de aires, error o no, siempre puede ser interesante, al menos dejará de ver día a día el careto de su querido jefe...
    Un abrazo.
    Ah! echo de menos abrir el cofre... no te lo tomes a mal, simplemente eso.

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  3. Fly, en ello estoy (¿adicto al café, y al cofre? hummm...) Después de unos días de reposo obligado, ya estoy preparando nuevas cosillas para llenarlo...en cuanto al cambio de aires, siempre viene bien, lo que ocurre es que a veces se pasa de Guatemala a Guatepeor, en fin, ya veremos, aún hay que esperar un poquito para ver cómo le sienta a ella...

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  4. ains toma premio con regusto a pesadilla, más noches en blanco saten, y esta niña lo que necesita es cafeina en vena... tanto como nosotras la tinta, valgame dios... esperemos le siente bien el cambio a la pobre mujer y no se le tenga que agriar el cafe

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